Desde las dos legislaturas de Barak Obama, hubo un antes y un después en los premios Oscar. Se abrió el abanico y se cambió el rumbo de los ganadores. Iñarritu, Cuarón o Del Toro tuvieron sus merecidos galardones. No sólo cambió la forma de votación, sino el qué. Se dejó el patriotismo y el tufo racista de muchos norteamericanos para dar cabida al talento, sin mirar nacionalidad o raza. Simplemente se premió la calidad y los méritos cinematográficos. Anoche, con el triunfo absoluto de » Anora» y Sean Baker, una nueva victoria ha llegado a la academia: la del cine independiente. Otro cambio de mentalidad. Ahora, ya no sólo se miran currículums y estatus, también se analiza que nos están contando los cineastas, por qué y la forma de hacerlo. No importa quien seas o que gran estudio esté en la sombra, importa el cine.

Sería traicionar a la verdad hablando de » Anora» como la adalid del cine underground frente a las grandes superproducciones porque ahí están » Nodmaland» (2021), » Parásitos» (2020), » Moonlight» (2017) o » Coda» (2022). Llevamos un tiempo donde la dinámica está cambiando para bien. Lo ocurrido en esta edición es un triunfo del séptimo arte. El cine de la calle, el que huele a realidad, el que transmite emociones cotidianas y el que te noquea con sensaciones tan rutinarias como necesarias para darnos cuenta de que también se puede brillar en la gran pantalla contándonos la vida de todos aquellos que viven en los límites de las grandes urbes.

Un premio absoluto a la ardua y dura experiencia de ser cineasta en los tiempos que corren. Sean Baker es el guionista, montador, productor y director de todos sus films. Su felicidad es la felicidad de todos aquellos currantes que no paran de abrirse camino sin el dinero de los mastodontes de Hollywood. Que además, lo hace, relatando fabulas difíciles de vender para la industria. Se ha premiado la originalidad, el atrevimiento, la peculiaridad y el riesgo de alejarse de lo mainstream para darnos en la cara con una historia de amor tan diferente como humana.

La gala también nos dejó que no se ha sido tan radical con » Emilia Pérez» y Zoe Saldana pudo llorar de alegría, que Adrien Brody ha cerrado su círculo personal dentro del catálogo de artistas del holocausto y que el bueno de los Culkin, resultó ser Kieran. La gran derrota la consumó el blockbuster pontificio. » Cónclave» se fue con las manos vacias en las grandes categorías. Dudo mucho que Ralph Fiennes vuelva por cuarta vez a ser uno de los elegidos. La otra caída a la lona fue para » La Sustancia». Para el que escribe, la segunda mejor película de 2024.

Demi Moore ha demostrado que su papel era tan importante y transgresor en la pantalla que lo ha trasladado a la realidad. Porque Mikey Madison, de 26 añitos, ha sido su mejor versión en la gala y ha acabado arrebatandole el protagonismo. Y aquí, no había balance posible. De Madison, decir que no puede ser casualidad su majestuosa interpretación. Hace 6 años, un tal Tarantino, ya vio en ella una vena artística tan potente como explotable en » Erase una vez en Hollywood». Una vez más, el de Knoxville, diciéndole al mundo que de esto sabe un poco.

En resumen una ceremonia sobria y sin estridencias. Donde no faltó nada, pero tampoco sobró. Que Adam Sadler siga apareciendo en chándal y Ben Stiller tenga su gag, siempre es bien. Lo que no podemos dejar de destacar, es un Mick Jagger impoluto que no dudó en lanzar el dardo a Bob Dylan, porque quien puede tener mas autoridad para hablar del Premio Nobel de literatura que la persona que el propio Dylan homenajeó inconscientemente en su tema mas iconico. El frontman fue un ejemplo de que, a pesar de edad, él sigue estando para lo que lo necesiten.

A los Nolan, Spielberg, Fincher, Scott, Villeneuve y un largo etcétera… Baker ha llegado pada quedarse. Y si triunfa el cine, para un largo tiempo.


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