Olor a los 70’s.

Resulta curioso que en los últimos tiempos estén siendo cineastas no estadounidenses los que están revitalizando el thriller clásico americano. Nicolas Winding Refn, Damian Szifrón, Andrea Di Stefano o David Mackenzie son algunos de los creadores, en la última década, de cintas que emanan, recuerdan y homenajean un género perdido durante los últimos treinta años.

El australiano Justin Kurzel, se suma a esta larga lista de directores que, por edad, crecieron con la época dorada del policíaco norteamericano. Tras su fantástica adaptación de » Macbeth» (2015) y sus tensas » La verdadera historia de la banda de Kelly» (2019) y » Nitram» (2021), se ha dado el lujo de conseguir hacer una de esas joyitas que, con el tiempo, ganará muchos más adeptos.

» The Order» está tan alejada de lo contemporáneo como escuchar música en un tocadiscos. Por lo tanto, y a pesar de que ha llegado a España a través de Prime Video, es una película para un perfil reducido y diría que casi en peligro de extinción. Por lo que cuenta y por como lo cuenta, no está llamada a ser uno de los éxitos de la plataforma y muy probablemente de su elenco.

El film contiene todos los ingredientes conocidos de esta categoría de cine. Un lugar como la América profunda, dos policías antagónicos, un villano carismático, dosificadas secuencias de acción, tensión constante… Entonces, ¿ Que hace la hace especial? Pues principalmente su osadía. El atrevimiento de Kurzel de construir un producto tan impropio de la corriente cinefila actual y que el resultado no sólo funcione, sino que además resulte, de una manufactura alucinante.

Para empezar, el hecho de pensar en Jude Law como el héroe de la función. Un personaje diametralmente opuesto a lo que ha realizado el actor a lo largo de su carrera. Hablamos de un agente del FBI duro, intenso, bebedor, con una clara carga personal y de métodos poco ortodoxos. Una suerte de Harry Callahan o el James Caan de » Los aristócratas del Crimen». Aunque sí la elección de Law puede parecer osado, que Nicholas Hoult sea el gran villano, es algo que, personalmente, no creía pudiera encajar.

Porque a Hoult se le presupone ( por lo que nos ha ido enseñando en su filmografia) que su cometido siempre va a ser el de chico bueno, de carácter blando y que emocionalmente dista mucho de las necesidades de un gran malvado de la pantalla. Y aquí es que, además, tiene que interpretar al líder de una organización terrorista de extrema derecha de vertiente supremacista.

Pues este cocktail extraño carbura. Tanto Law como Hoult dan un trabajo realista y sin manierismos, algo que al ser la primera vez que hacían algo así, podría suceder. Una lucha entre el bien y el mal que se va cociendo a fuego lento para darle aún más carácter clásico al film. Tensión in crescendo con sus altibajos en cuanto a ritmo, pero que no decae en ningún momento por como la narrativa nos conecta con la historia.

Desde su desarrollo inicial con la presentación de personajes hasta un final catartico que es lo mejor del metraje. Sin desvelar nada, si que hay que comentar la forma en la que se describe el código de honor de nuestro criminal. La atmósfera se tiñe de un estado de ánimo pesimista y arrollador en este tramo final que te deja exhausto por el mensaje. En su colofon,es puro western. Todo muy trágico.

Tiene ese cariz febril, afilado y seco de todo el cine noir de hace cincuenta años. Un thriller que en lo visual, por el grano de la fotografía, la puesta en escena y las decisiones del director de donde ir colocando la cámara, nos remite a Don Siegel, John Flynn, Sam Peckinpah o Arthur Penn. Sin embargo, si hablamos de influencias, no podemos dejar de nombrar a Michael Mann.

La película contiene varias secuencias de acción que son de un realismo insoportable. El sonido, los movimientos de la imagen, la eliminación de la música y lo estilizado de la violencia, es clara escuela Mann. Sumado a que al igual que el director de » Heat» (1995), aquí la exposición de la ciudad donde transcurre la trama Couer d’Alene, es similar a como Michael presenta siempre en sus cintas a Los Ángeles. Ese punto desolado, industrial, sucio y en los márgenes de la ley.

» The Order» es, de largo, un soplo de aire fresco teniendo en cuenta la oferta actual. Una mirada nostálgica, respetuosa y sincera a un período icónico de la historia del cine. Con la habilidad de relacionar una historia enmarcada en 1983 con la situación política actual en EEUU sin, por cierto, ser partidista, que se agradece porque trata al espectador con inteligencia que merece.


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